Capítulo 4
La llamada
El teléfono no dejaba de sonar. Marlen
se mantenía aferrada a una caja de chocolates. Sintió impotencia, rabia y
desesperación. Ya había entendido, él no volvería.
Se levantó rápidamente y arrasó con
todo lo que encontró a su paso. Fotografías, joyas que él le había regalado,
todo aquello que le recordara a John.
Pero no era suficiente, en cada rincón
había un pedazo de él.
Bajó las escaleras y comenzó a arrancar
los globos y el cartel de bienvenida. La fuerza con la cual despegaba todo, la
dejó caer al piso, enredada en todo aquello que le recalcaba que él no volvía.
Así estaba cuando la puerta de entrada
se abrió.
Peter llevaba llamándola desde la
noche anterior. Sabía que no debía dejarla sola, pero respetó su decisión.
Cuando se cansó de llamar, decidió ir
a verla. Iba a golpear la puerta, pero unos ruidos dentro de la casa le hicieron
reaccionar de otra forma. Sacó la copia de la llave que él manejaba para
emergencias y simplemente abrió.
La encontró llorando, tirada en el
piso y rodeada de globos y un alegre cartel. Contuvo el aliento. Cerró los ojos
y reprimió un suspiro. Se acercó despacio y se acomodó junto a ella en el piso.
Marlen no lo miró, siguió llorando, aferrada a la sorpresa que jamás pudo dar.
―Se me parte el alma, Peter… Se me
rompe ―dijo entre sollozos.
Y a él también le partía el alma verla
así. No dijo nada, simplemente la acercó a su regazo y la abrazó.
Cuando Marlen estuvo más calmada, él
le preparó comida. No había comido bien los últimos días y sus bebés en el
vientre le reclamaban con pequeñas pataditas.
Peter la observó mientras acariciaba
su barriga. Se veía tan plena a pesar del dolor que cargaba. Era como si
estuviera envuelta en un halo de esperanza, aunque ella no se diera cuenta.
―¿Cuándo tienes hora con el doctor? ―preguntó
sirviéndole un plato de sopa.
Ella lo miró unos segundos, le costó
habituarse a lo común, a lo que había dejado inconcluso antes de…
―Se supone que en dos semanas iríamos
con… ―Bajó la mirada― …John.
Peter se sentía impotente, no sabía
cómo ayudarla, miró hacia el techo y en silencio pidió alguna pista, alguna
ayuda divina para acompañar a transitar el nuevo camino que enfrentaría Marlen.
―Yo te acompaño ―aseguró, pero ella
negó con su cabeza.
―Gracias, pero prefiero ir sola. ―Volvió
a mirarlo―. No te sientas mal, es que…
Miró hacia un costado y encontró otra
fotografía de John pegada en el refrigerador de la cocina. Peter siguió su mirada
y entonces lo entendió.
―No te preocupes… Si quieres te llevo
y te espero fuera…
―Peter… ―Su voz era serena―. Tú no
tienes por qué hacerlo… Te agradezco que estés aquí, conmigo… Pero no puedes
reducir tu vida, este es mi duelo.
―Nuestro, él era como mi hermano,
Marlen. ―Ella solo asintió―. No soy un desconocido ni para ti ni para John, y
si estoy aquí es porque quiero.
Ella retuvo las lágrimas y él rodeó la
mesa en la cual comían para estar a su lado. Tomó sus manos y mirándola a los
ojos, aseguró:
―No te voy a dejar sola. Primero
porque quiero hacerlo y segundo porque se lo he prometido a John.
Marlen le agradeció con una tímida
sonrisa.
―¿Se lo prometiste? ―preguntó soltándose
de sus manos y volviendo a su plato de comida.
―Me hizo prometerlo. Él te amaba,
Marlen.
Se sentó nuevamente y la observó jugar
con la sopa.
―Eso yo lo sé. ―Movía lentamente la
cuchara dentro del plato―. ¿Por qué él, Peter? ¿Por qué ahora?
Peter exhaló profundamente y se frotó
nervioso la frente. Él también se lo había preguntado tantas veces y no
encontraba respuestas… Quizás aún no era tiempo de encontrarlas. Quizás aún no
comprenderían a qué lugar los llevaría esto que ambos estaban viviendo.
Le sostuvo la mirada y Marlen
comprendió que él tampoco sabía los motivos que la vida había tenido para arrebatárselo
de una forma tan cruel.
Continuaron el almuerzo en silencio y
luego Peter se retiró para dejarla descansar.
―¿Estarás bien? ―intentó asegurarse
antes de marchar.
―Sí… ―asintió con la cabeza apoyada en
el umbral de la casa.
―Chao, campeones. ―Peter apoyó la mano
en el vientre de Marlen, acariciándola suavemente con el pulgar.
Marlen dejó de respirar. Peter sintió
cómo desde el vientre lo saludaban. Él sonrió y ella lo imitó.
―Cualquier cosa… lo que necesites…
―…te llamaré ―completó antes de cerrar
la puerta.
Peter era un buen amigo. Y ella
agradecía poder tenerlo cerca, pero no demasiado. No había aceptado que la
acompañara al doctor porque eso era una comunión con John. Un lazo indestructible
que aún seguía vivo y que ella no iba a profanar. Sus niños… Su única razón de
vivir.
Se sentó en el sillón de la sala y se
recostó para descansar. Necesitaba dormir, era la única manera de no pensar, de
no llorar.
Y llegó el día en que visitó al doctor.
Quien le aseguró que el embarazo seguía marchando bien, pero aun así no pudo
retener los sollozos por sentirse desamparada, llegó a casa y allí la esperaba
Peter.
―¿Por qué no me pediste que te fuera a
buscar? ―preguntó ayudándole con algunas compras. Su refrigerador estaba vacío
y sus hijos no tenían la culpa de su estado anímico.
―No sabía que iba a pasar al supermercado.
En serio, Peter. Tengo pena, mucha. Siento impotencia y por las noches sigo
soñando que volverá, pero no es necesario que me trates como una desvalida. Te
agradezco que me acompañes… pero necesito estar sola ―suplicó.
―Quieres que… ¿me vaya? ―No fue
necesario que contestara, Marlen se lo aseguró con su mirada―. Está bien… Pero
no te aísles, por favor.
Ella asintió, besó su mejilla y cerró
la puerta tras de sí.
Peter la entendía. No era fácil, y lo
que vendría tampoco lo sería. Él quería estar para ella, porque la apreciaba
mucho como amiga, pero Marlen no le permitía derribar esa muralla que había
levantado desde que John había muerto.
A la mañana siguiente, el teléfono
volvió a sonar, esta vez no le pidió a John que contestara, poco a poco
comenzaba a asumir la ausencia. Vivía un día a la vez, pero sin olvidarlo. Sin
sacarlo de su presente. De vez en cuando le hablaba al aire y su voz hacía eco
en la casa. Y otros… prefería seguir pensando que él estaba de viaje.
―¿Aló?
―Buenas tardes, ¿se encuentra el señor
John Hamilton?
Dolió. Esa pregunta dolió. Miró hacia
todos lados con el teléfono en mano. Sí, se encontraba en su pecho, se
encontraba en sus insomnios y se encontraba en su vientre.
―¿Sigue allí? Necesito ubicar al señor…
―La ejecutiva no pudo continuar. Marlen cortó la comunicación.
El teléfono volvió a sonar y no quiso
contestar. ¿Cómo explicarlo? ¿Cómo contar que él ya no existía?
Se le revolvió el estómago y corrió al
baño.
Las convulsiones y arcadas la hicieron
vomitar entre lágrimas, mientras el molesto teléfono sonaba sin cesar.
Dio algunos pasos hasta el lavabo y se
miró. Miró lo que le mostraba el espejo y no le gustó. Se notaba el pánico, la
soledad y la ausencia de John. ¿Cómo se reconstruiría? ¿Cómo seguiría adelante
sin despedazarse con solo escuchar su nombre? No lo sabía, pero lo haría… lo
intentaría.
Al salir del baño, volvió a sonar el
teléfono y esta vez sí lo atendió. Volvieron a preguntar por él, y ella, con el
dolor recorriéndole las venas, le explicó que él no estaba ni volvería.
―¿Es usted su esposa? ―preguntó la
ejecutiva, conmovida y arrepentida por su insistencia en llamar.
―Sí… soy yo.
―Le estoy llamando de la inmobiliaria.
Sé que no es el momento, pero le comunico que su casa ya está en condiciones de
ser ocupada.
Marlen cerró los ojos. El tiempo había
sido traicionero. Habían esperado que esa noticia llegara desde que comenzaron
a buscar un hogar más amplio para cuando los niños nacieran… Y en ese momento,
que él no estaba, todo aparecía. Primero el ascenso, y luego su futuro hogar.
―Yo… necesito unos días ―vaciló
intentando comprender.
―No se preocupe. La esperamos en la
inmobiliaria cuando usted guste.
Al cortar la llamada, se encontró
llena de dudas.
Ahora tenía un nuevo hogar esperando
por ella, pero no quería alejarse de la casa que vio por última vez a John.
Continuó los días con la incertidumbre
en la cabeza. ¿Qué sentido había en cambiarse de casa? ¿Era una oportunidad
para empezar de cero?
Pronto se cumpliría un mes desde que
John ya no estaba y la llegada de los niños se aproximaba.
Algunas noches se dedicó a separar la
ropa de John. No había querido mover nada, pero por alguna razón la comenzó a
apartar.
No hubo prenda que no olfateara y se
llevara una lágrima en aquel intento desesperado por rescatar el recuerdo de
John. Recuerdo que se volvía difuso a medida que el reloj seguía marcando
minutos.
La voz de John la buscaba en el
contestador de su móvil, la escuchaba cada noche antes de dormir. Su rostro, lo
tenía a diario porque se topaba con su fotografía en cada rincón de la casa…
pero el olor… el olor de John, a pesar de tener la botella de su perfume, se
esfumaba con el paso del tiempo y luchaba por retenerlo, sin embargo cada vez
le costaba más.
John había plantado una bandera
inamovible en su vida y ahora… sentía el vacío, aunque el mundo siguiera
girando, aunque lo cotidiano la sacara de la burbuja del vacío; al ocultarse el
sol, en la intimidad de ese hogar del cual no quería salir, John seguía
habitando. Seguía allí perforando de ausencia su corazón. Y ella se aferraba a
él aunque doliera.
¿Cómo salir de ahí, si en ese dolor
constante estaba lo poco que quedaba de John?
Valeeeeeee me encanta, pobre Marlen :( espero pronto encuentre consuelo y que los musos no te abandonen quiero saber mas de esta historia
ResponderEliminarGeniaaaaaaaal que te gustóoooooo... Ruego lo mismo... que las musas no me abandonen jajajaja!
EliminarVale me encanto pobre que va hacer los recuerdos o tratar de salir del dolor hayyyyy quiero capitulo 5 yaaa
ResponderEliminarVeremos! Gracias por leerlo :)
EliminarEs hermoso siempre me dejas sin palabras ansio que marlen encuentre un consuelo aún que perder al ser amado es lo más difícil de sobrellevar me encanta hasta este otro sábado bsss..😰
ResponderEliminarHasta el otro sábado, Andrea. Gracias por leer!!! Besooooooooos
EliminarHermoso capítulo Valeria esperemos hasta el sábado. Cariños
ResponderEliminarMuchas gracias por leerlo, Alba. Un beso!
EliminarVale como siempre te luciste.... pobre mi Marlen que dolor tan grande y sobre todo como seguir adelante con tantos recuerdos.
ResponderEliminarSí, es difícil reponerse :(
EliminarYo sigo llorando, lo habré superado cúando logre leer a marlen sin que me duela el alma :( Adiós John.
ResponderEliminarNoooooooooo :( Perdón!!! Gracias por leer!
EliminarGracias por tan emotivo capítulo, ya estoy adorando a Peter.....y Marlen tendrá que salir de esa tristeza tan infinita, felicitaciones Valería ... Abrazos!
ResponderEliminarAbrazos, Elizabeth, gracias por leer y sentir el capítulo!
EliminarDuele mucho el sufrimiento de Marlen,la aceptación es muy difícil. Sigo llorando cada línea, tienes una forma increíble de describir sus sentimientos!!!!
ResponderEliminarRose, gracias por sentir los sentimientos de Marlen <3
EliminarYa no se si es Marlen quien sufre o yo, quiero mas Valeria¡ jajajaj
ResponderEliminarJajaj Pobreeeeeee! Gracias!!!
Eliminarains sigo con mi corazón apachurradito...
ResponderEliminarJaqueline! <3 Espero que el dolor disipe <3
EliminarOooo es tan real todo lo que escribes. Mas de una vez he visto a mi abuela así. No me puedo poner en el lugar de marlen pero me lo puedo imaginar.
ResponderEliminarTe felicito hablas del proceso de duelo muy bien. Este libro se estaba volviendo en uno que me apacese leer .
Espero el próximo capitulo
No tengo la cuenta asociada en el celu. Por eso comentó en anónimo. Soy cote quiñones.
EliminarMuchas gracias por leerlo, Cote. Ya está disponible el Capítulo 5. Beso grande!!
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