Capítulo 2
Cita con el editor
―¿Y si es para avisarte de que ya eres Best Seller? No te vendría mal
ahora que ya no estás trabajando ―dice Lizzy, una de mis mejores amigas y quien
es la primera en reaccionar cuando informo que tengo reunión con el editor durante la tarde.
―¿Cuánto llevas publicando? ―pregunta Ale, con el inconfundible tono
calmado que usa cuando analiza cada palabra.
―Ya pronto cumplo un año. ―Y otra vez pienso en Valentín. Y otra vez mis
ojos se empapan.
―Debe ser súper emocionante para ti ―dice con cariño Alejandra.
Lo que no sabe es que la emoción que advierte en mis ojos no es otra
cosa que nostalgia. Nostalgia de él. Valentín es mi mayor secreto y si hay algo
que jamás les he dicho a mis amigas, es de su existencia… o inexistencia.
El día que les conté que estaba escribiendo, tuve más vergüenza que
cuando se lo confesé a Valentín. Pero no porque no confiara en ellas, sino
porque ellas eran ávidas lectoras y yo, jamás compartí siquiera una conversación
sobre un libro, porque nunca en mi vida los había visto más que en la librería
cuando las acompañaba a comprar. Si Lizzy o Alejandra hubiesen dicho que escribían,
tenía mucha lógica. Pero cuando yo dije: Estoy
escribiendo. Fue como si Mahatma Gandhi les hubiese informado que se iba a
la guerra.
No me lo dijeron abiertamente, pero supe en seguida que la noticia les
había sorprendido. Sin embargo, la sorpresa les duró muy poco, y la
convirtieron en entusiasmo. El mismo que mostraron cuando les conté que había
renunciado.
Al principio sentí que el mundo se me vino encima, pero ellas despejaron
mis nubes grises para hacerme ver que el sol aún seguía brillando. Según ellas,
ahora podría dedicarme a escribir y vivir la vida sin preocupaciones… Pero si
no escribía una historia pronto, jamás podría darme ese lujo. Y para
inspiraciones, yo no estaba. Si él no aparecía, yo tenía el famoso bloqueo que
tienen los escritores. Vamos, que lo mío no es bloqueo sino rebeldía hasta que
aparezca. Entonces, a todas las ideas de mis amigas para que viviera
relajadamente haciendo lo que me gusta, se sumó ese famoso correo de Ciro Montero,
mi editor.
―Es el destino… ―comenta Lizzy cuando les relato por enésima vez cómo
renuncié y todo lo que le dije a Marco.
―¿Destino? ―cuestiona Ale―. Me parece que se tardó demasiado en
renunciar.
―Es el destino. ¿Cómo te explicas que el mismo día que renuncia la citan
para una reunión en la editorial? Y sabemos que Ciro desde que le entregó las
galeras de Prometo encontrarte, no la
ha llamado más. Siempre quien la atiende es su asistente… ¿No les parece que
puede ser algo sumamente importante como para que la cite a una entrevista
personal?
―Sumamente importante como por ejemplo que las ventas de mis libros han
disminuido y que pone fin a nuestro contrato. O que le devuelva parte del
adelanto que me entregó ―concluyo. Es que si algo tengo, aparte de llorona, es
que soy sumamente pesimista en estos casos de incertidumbre―. ¡Con la suerte
que tengo últimamente, de seguro es eso!
Las observo. Lizzy tiene chispas en los ojos de emoción y dice:
―¡No sea tarada! Eso no va a pasar. ―Tal vez su intuición es mucho más
optimista que la mía.
En cambio, Alejandra, está pensativa. Cruzada de brazos mira hacia las
plantas que adornan una de las ventanas del café en el que estamos.
―No te hagas la cabeza antes de tiempo, Rafa. ―Ale vuelve su atención
hacia mí―. Ya en unas horas sabrás para qué te quieren.
―Les digo… tengo cero ánimos de ir. ―Es cierto. No tenía intenciones de
escuchar a Ciro. Ni siquiera tenía muchas ganas de estar aquí compartiendo un
café, rodeada de tanta gente.
―Dale… yo te acompaño. ―Ofrece Lizzy a la vez que pide la cuenta al
camarero.
―¿Harías eso por mí? ―pregunto mirándola con cariño. ¡Cómo la quiero!
―¡Claro! Pero debo ir a buscar a los niños antes, dejarlos en casa de mi
suegra y darle de comer al perro de mi suegro… Digo… al animal… a la mascota.
―Y nos regalamos risas que muy pronto terminan siendo carcajadas.
―Yo te acompañaría, pero debo ir a dar clases. Entro en treinta minutos.
Camino junto a ellas algunas calles y luego nos separamos para cada una
hacer lo suyo.
―Te pasaré a buscar a tu departamento ―dice Lizzy como despedida.
―Gracias.
Sigo lentamente mi camino hasta la casa. Cada paso que doy, viene
acompañado de cuestionamientos. Esta caminata me permite analizar los últimos
sucesos. Estoy cesante y mi editor, por obra de magia, necesita reunirse
conmigo. ¿Con qué sorpresa voy a encontrarme? Ni la menor idea.
Cuando Ciro leyó mi historia, de inmediato me contactó. Le gustó cómo
expresé cada sentimiento y eso era lo que más miedo me daba: No saber trasmitir
lo que Valentín con tanta pasión me contaba. Cada vez que él relataba la
historia de los amantes, mi mente volaba al punto de hacerme sentir en carne
viva lo que a ellos les sucedía.
―¿Cuántas historias como éstas tienes? Las quiero todas. ―Ese día me
miró como si yo fuese una mina de oro, y le quité el entusiasmo en un segundo.
―Es la única y no sé si sea capaz de escribir otra igual.
―Vamos a llegar lejos con esta historia, vas a ver. El final es
inesperado… No es lo que se espera para una historia así.
Ahora que recordaba esa charla, también recordaba cuánto lloré con el
final. Era injusto y se lo hice saber a Valentín. Aparentaba ser una gran
historia de amor que terminó en tragedia. En aquel sueño, Valentín me consoló
limpiando cada una de mis lágrimas, y podía sentir que a él también le dolía lo
que me contaba.
Luego de esa reunión con Ciro, su agenda no le permitió reunirse muy
seguido conmigo, salvo cuando era algo muy importante. Una vez que la novela estuvo
en el mercado, se olvidó de mí, y todo lo referente a mis regalías lo veía con
su asistente. De las presentaciones, realicé dos y también fue mediante
personal que trabajaba para Ciro.
Abro la puerta de mi departamento y decido darme una ducha, cuando salgo
de ella, entonces me doy cuenta de que no tengo nada que ponerme. Bueno, es una
forma de decir. El closet está lleno, pero no consigo dar con ninguna prenda de
ropa que demuestre seriedad. Ah, es que no les he contado. Soy bastante hippie
para vestirme. Los colores fuertes son mi perdición y los jeans con zapatillas
de lona son infaltables en mi atuendo. Rebusco entre algunos vestidos y elijo
uno sencillo que me dé un toque casual pero elegante. Hora y media después, lo
logro. Justo a tiempo para cuando llega Lizzy.
―¿Me veo muy mal? ―pregunto cuando me acerco al auto.
―Mejor que otras veces ―responde sincera.
―Gracias. ―Intento acomodar la falda del vestido para que no se arrugue
al momento de sentarme.
Cuando ya estamos paradas frente al gran edificio editorial, respiro
profundo y miro a mi amiga.
―Entramos, le digo a la recepcionista que tengo cita con Ciro y tú te
quedas en el hall, ¿te parece? ―propongo.
―Como quieras.
―Bien, vamos.
No alcanzo a dar tres pasos cuando me detengo y doy media vuelta.
―Creo que se me olvidó apagar el gas de la cocina en casa… ―digo
apurando el paso. Lizzy toma de mi brazo.
―Rafaela Ignacia. Deja de dar vueltas al asunto y ve hasta esa oficina a
enfrentar lo que sea. ―Cuando se pone en plan de mandar, no hay quién la
contradiga.
¿Qué hago? Con la poca dignidad que me queda ante su llamado de
atención, regreso para cruzar la puerta de vidrio que da paso a la recepción.
―Muy buenas tardes, tengo una cita con Ciro Montero. ―Mi voz suena muy
profesional, es que ya me he puesto el disfraz de persona seria.
―Señorita Rafaela, la estábamos esperando. Sígame por favor. ―La voz de
una mujer a mis espaldas roba mi atención.
―Hola, Cassie ―saludo amorosamente. Ella es una de las personas que
trabaja directamente con Ciro.
―Olga, muchas gracias. Yo la llevo hasta la oficina de Ciro ―dice
dirigiéndose a la recepcionista. Sin querer, sigo a Cassie y Lizzy se queda
atrás, sonriéndome y dándome ánimos con sus manitos, alentándome a seguir
caminando.
―¿Cómo ha ido todo, Rafaela? Por cierto, me encanta tu seudónimo. Muy
extravagante.
―Ha ido todo bien… Y no, no es mi seudónimo, es mi nombre.
―Original ―dice con menos entusiasmo que antes. Sonríe y me hace pasar a
la oficina de Ciro―. Ya está aquí.
Veo cómo un hombre de cabello cano, pelo largo y tomado en una cola,
extiende sus brazos para saludarme. No tiene cara de decirme algo malo y me auto
convenzo de que hoy es un buen día para mí. Que mi nube negra me ha dado un
respiro y que quizás este sea el inicio del mejor año de mi vida.
―Tanto tiempo sin verte… Estás muy desaparecida.
Ciro, luego de un abrazo, camina por su oficina como el amo del
universo. Observo lentamente mientras avanzo hasta uno de los sillones, todo
está rodeado de múltiples repisas con libros. De autoras que admiro, de otras
que no tanto y allí, en la esquina más lejana… Mi Prometo encontrarte. Se me escapa un suspiro y lo disimulo con una
leve tosecita.
―Es que tú siempre estás tan ocupado y… la verdad es que me sorprendió
tu correo. ―Me siento y delicadamente cruzo las piernas. No acostumbro a usar
vestidos y debo cuidar de mantener mis piernas quietas, que con el nerviosismo
se olvidan de no moverse como si estuviera en el sillón de mi casa.
Ciro se acerca a un mini bar y con relajada expresión me ofrece un
trago, el que sea.
―No bebo, gracias. ―Sonrío tímida. La verdad es que además de llorona y
pesimista, también me pone nerviosa la incertidumbre―. Tú dirás, Ciro ―intento
apurarlo.
―Como ya te habrás dado cuenta, estamos pisando fuerte no solo en
Latinoamérica, sino que también en Europa y Norteamérica.
Le presto toda mi atención y no emito comentarios para que no se
detenga.
―Creo que ya es tiempo de hacer un encuentro masivo. Quiero que seas una
de las representantes latinoamericanas del género en España, donde realizaremos
el primer encuentro de la editorial, con los exponentes de distintos países de
la novela romántica.
Suerte de que estaba sentada. ¿España? ¿Encuentro con los grandes
escritores? Y de pronto, de solo pensarlo, se me disparó una sonrisa incrédula.
¿Yo?
―Pero debes presentarme una nueva historia… Necesito lanzarte con algo
nuevo. Ya ha pasado un año sin que publiques nada y eso no es bueno ni para tu
imagen ni para la editorial. ―Y no todo podía ser tan perfecto.
―Lo siento, Ciro. Si es así no cuentes conmigo. ―Hice el intento de
levantarme, pero él rápidamente dejó su copa de whisky en la mesa y se acercó
para detenerme.
―A ver, Rafa… ―Tomó mis manos y se sentó en el borde de la fina madera
de la mesa de centro―. Esto es súper importante en tu carrera. Eres capaz de
hacerlo, ¿ya no te gusta escribir? ―Lo miro e intento enderezarme para no verme
pequeñita frente a él. Suelto sus manos y le respondo.
―No es eso. No me gusta que me exijan qué hacer, porque entonces pierdo
el interés. Vamos, Ciro… trabajas con muchos escritores, debes conocer que esto
es algo que no se impone. Que viene cuando quiere y que se va… de la misma
forma ―susurré a la vez que fijaba mi vista en el ejemplar de mi libro que Ciro
tenía en el estante.
―¿Y en un año no ha venido nunca tu musa inspiradora? ―Se levanta y
extiende las manos, cansado.
―Como lo oyes. No puedo comprometerme a algo que no sé si llevaré
adelante. Si eso es un impedimento para que asista al encuentro, no te
preocupes, busca a otro escritor. Te agradezco mucho pero aceptar sería
fallarte de igual forma. ―Acomodo mi cartera y extiendo mi mano para
despedirme. No me corresponde el gesto. Desabrocha su chaqueta y con ambas
manos en sus caderas, me mira de pies a cabeza, lo que me hace sentir incómoda.
―Tengo otra propuesta para ti ―dice alejándose y mostrándome su dedo
índice, para que espere. Toma su celular y marca un número a la rápida―.
Leandro, quiero que verifiques cuántos cupos libres tenemos para lo de México…
Ajá… Ajá… Espera mi llamado de vuelta y te confirmo. Gracias.
Corta la llamada y me entrega una sonrisa que dura demasiados minutos
para ser natural.
―Te tengo una de las mejores propuestas. No necesitas escribir nada.
Solo ir hasta allí, hablar de tu trabajo, cómo empezaste, agradecimientos y un
amplio etcétera que sabrás manejar.
―¿En México?
―¡Claro! Serás una de las personas que viajan a nombre de la editorial.
Hay un cupo para ti. Es una feria con exposiciones semanales de autores. Un día
le toca a la competencia y al otro a nosotros. ¿Qué me dices?
―México… ―Repito como una boba... La verdad es que me llama mucho la
atención y me tienta la idea―. ¿Para cuándo sería?
―La próxima semana… Ese es el único detalle. Tendríamos que enviar ahora
mismo a la imprenta tu libro para llevar un stock más o menos importante. Allá
la novela no se ha vendido mucho y ya casi es una obligación de que vayas.
―¿Y si rechazo la idea…? ―pregunto aun sabiendo que voy a aceptar.
―Si la rechazas, mañana mismo dejas de ser parte de la editorial por
incumplimiento de contrato.
―¿Perdón? ¿En qué parte dice eso?
―Inciso doce: El Autor se compromete
a realizar al menos tres presentaciones en nombre de la editorial
―parafrasea y yo camino para sentarme en su escritorio.
―¿Dónde firmo?
Cuando salgo de la oficina, lo hago sonriendo. ¡A México lindo y
querido! Es una gran oportunidad… y lástima que rechacé a la de España porque hasta
ganas de escribir me dieron una vez que asimilé la situación.
Una de las oficinas por las que paso para volver a recepción está
rodeada de vidrios. Dentro de ella está Leandro, el encargado de relaciones
públicas, y un hombre alto al cual solo le puedo ver la espalda. Una atracción
desmedida e inesperada me hace voltear la cabeza varias veces hacia el lugar en
donde esos dos hombres conversan, hasta que Lizzy me saca de mi abstracción.
―¿Qué sucedió? ¿Ya somos famosas? ¡Te aviso que soy tu representante y
me tienes que dar un porcentaje! ―Juguetea y yo la miro sin poder reaccionar.
Su risa se congela en cuanto ve mi estado y pregunta un poco más seria―: ¿Algo
malo? ¡Te dije que tenías que pensar positivo, Rafa!
Y luego es un cúmulo de palabras y gestos con las manos que no logro
comprender.
―Lizzy… ―digo en un tono bajo, porque el de ella anula el mío―. Lizzy…
―No hay caso, elevo la voz―. ¡Lizzy!
―¿Qué? ―responde de la misma forma exagerada que yo.
―Un viaje… a México… la próxima semana. ―Y la dejo muda, ¡por fin!
Buenisimo el capitulo, cuando aparecerá Valentin?
ResponderEliminarEl próximo capítulo quizás tengamos noticias de él :D
EliminarQue bueno todo para Rafa, yo también quiero que aparezca Valentin
Eliminarpero porque me dejas asi valeria creo que ya lo ha visto
ResponderEliminarTodo bien con vos, te admiro, me encantan tus historias pero hay un dicho que dice "el que espera desespera" y yo empiezo a desesperar.
ResponderEliminarYa está el otro :)
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