martes, 8 de septiembre de 2015

Capítulo 2: Cita con el editor










Capítulo 2
Cita con el editor


―¿Y si es para avisarte de que ya eres Best Seller? No te vendría mal ahora que ya no estás trabajando ―dice Lizzy, una de mis mejores amigas y quien es la primera en reaccionar cuando informo que tengo reunión con el editor durante la tarde.
―¿Cuánto llevas publicando? ―pregunta Ale, con el inconfundible tono calmado que usa cuando analiza cada palabra.
―Ya pronto cumplo un año. ―Y otra vez pienso en Valentín. Y otra vez mis ojos se empapan.
―Debe ser súper emocionante para ti ―dice con cariño Alejandra.
Lo que no sabe es que la emoción que advierte en mis ojos no es otra cosa que nostalgia. Nostalgia de él. Valentín es mi mayor secreto y si hay algo que jamás les he dicho a mis amigas, es de su existencia… o inexistencia.
El día que les conté que estaba escribiendo, tuve más vergüenza que cuando se lo confesé a Valentín. Pero no porque no confiara en ellas, sino porque ellas eran ávidas lectoras y yo, jamás compartí siquiera una conversación sobre un libro, porque nunca en mi vida los había visto más que en la librería cuando las acompañaba a comprar. Si Lizzy o Alejandra hubiesen dicho que escribían, tenía mucha lógica. Pero cuando yo dije: Estoy escribiendo. Fue como si Mahatma Gandhi les hubiese informado que se iba a la guerra.
No me lo dijeron abiertamente, pero supe en seguida que la noticia les había sorprendido. Sin embargo, la sorpresa les duró muy poco, y la convirtieron en entusiasmo. El mismo que mostraron cuando les conté que había renunciado.
Al principio sentí que el mundo se me vino encima, pero ellas despejaron mis nubes grises para hacerme ver que el sol aún seguía brillando. Según ellas, ahora podría dedicarme a escribir y vivir la vida sin preocupaciones… Pero si no escribía una historia pronto, jamás podría darme ese lujo. Y para inspiraciones, yo no estaba. Si él no aparecía, yo tenía el famoso bloqueo que tienen los escritores. Vamos, que lo mío no es bloqueo sino rebeldía hasta que aparezca. Entonces, a todas las ideas de mis amigas para que viviera relajadamente haciendo lo que me gusta, se sumó ese famoso correo de Ciro Montero, mi editor.

―Es el destino… ―comenta Lizzy cuando les relato por enésima vez cómo renuncié y todo lo que le dije a Marco.
―¿Destino? ―cuestiona Ale―. Me parece que se tardó demasiado en renunciar.
―Es el destino. ¿Cómo te explicas que el mismo día que renuncia la citan para una reunión en la editorial? Y sabemos que Ciro desde que le entregó las galeras de Prometo encontrarte, no la ha llamado más. Siempre quien la atiende es su asistente… ¿No les parece que puede ser algo sumamente importante como para que la cite a una entrevista personal?
―Sumamente importante como por ejemplo que las ventas de mis libros han disminuido y que pone fin a nuestro contrato. O que le devuelva parte del adelanto que me entregó ―concluyo. Es que si algo tengo, aparte de llorona, es que soy sumamente pesimista en estos casos de incertidumbre―. ¡Con la suerte que tengo últimamente, de seguro es eso!
Las observo. Lizzy tiene chispas en los ojos de emoción y dice:
―¡No sea tarada! Eso no va a pasar. ―Tal vez su intuición es mucho más optimista que la mía.
En cambio, Alejandra, está pensativa. Cruzada de brazos mira hacia las plantas que adornan una de las ventanas del café en el que estamos.
―No te hagas la cabeza antes de tiempo, Rafa. ―Ale vuelve su atención hacia mí―. Ya en unas horas sabrás para qué te quieren.
―Les digo… tengo cero ánimos de ir. ―Es cierto. No tenía intenciones de escuchar a Ciro. Ni siquiera tenía muchas ganas de estar aquí compartiendo un café, rodeada de tanta gente.
―Dale… yo te acompaño. ―Ofrece Lizzy a la vez que pide la cuenta al camarero.
―¿Harías eso por mí? ―pregunto mirándola con cariño. ¡Cómo la quiero!
―¡Claro! Pero debo ir a buscar a los niños antes, dejarlos en casa de mi suegra y darle de comer al perro de mi suegro… Digo… al animal… a la mascota. ―Y nos regalamos risas que muy pronto terminan siendo carcajadas.
―Yo te acompañaría, pero debo ir a dar clases. Entro en treinta minutos.

Camino junto a ellas algunas calles y luego nos separamos para cada una hacer lo suyo.
―Te pasaré a buscar a tu departamento ―dice Lizzy como despedida.
―Gracias.

Sigo lentamente mi camino hasta la casa. Cada paso que doy, viene acompañado de cuestionamientos. Esta caminata me permite analizar los últimos sucesos. Estoy cesante y mi editor, por obra de magia, necesita reunirse conmigo. ¿Con qué sorpresa voy a encontrarme? Ni la menor idea.

Cuando Ciro leyó mi historia, de inmediato me contactó. Le gustó cómo expresé cada sentimiento y eso era lo que más miedo me daba: No saber trasmitir lo que Valentín con tanta pasión me contaba. Cada vez que él relataba la historia de los amantes, mi mente volaba al punto de hacerme sentir en carne viva lo que a ellos les sucedía.
―¿Cuántas historias como éstas tienes? Las quiero todas. ―Ese día me miró como si yo fuese una mina de oro, y le quité el entusiasmo en un segundo.
―Es la única y no sé si sea capaz de escribir otra igual.
―Vamos a llegar lejos con esta historia, vas a ver. El final es inesperado… No es lo que se espera para una historia así.
Ahora que recordaba esa charla, también recordaba cuánto lloré con el final. Era injusto y se lo hice saber a Valentín. Aparentaba ser una gran historia de amor que terminó en tragedia. En aquel sueño, Valentín me consoló limpiando cada una de mis lágrimas, y podía sentir que a él también le dolía lo que me contaba.

Luego de esa reunión con Ciro, su agenda no le permitió reunirse muy seguido conmigo, salvo cuando era algo muy importante. Una vez que la novela estuvo en el mercado, se olvidó de mí, y todo lo referente a mis regalías lo veía con su asistente. De las presentaciones, realicé dos y también fue mediante personal que trabajaba para Ciro.

Abro la puerta de mi departamento y decido darme una ducha, cuando salgo de ella, entonces me doy cuenta de que no tengo nada que ponerme. Bueno, es una forma de decir. El closet está lleno, pero no consigo dar con ninguna prenda de ropa que demuestre seriedad. Ah, es que no les he contado. Soy bastante hippie para vestirme. Los colores fuertes son mi perdición y los jeans con zapatillas de lona son infaltables en mi atuendo. Rebusco entre algunos vestidos y elijo uno sencillo que me dé un toque casual pero elegante. Hora y media después, lo logro. Justo a tiempo para cuando llega Lizzy.
―¿Me veo muy mal? ―pregunto cuando me acerco al auto.
―Mejor que otras veces ―responde sincera.
―Gracias. ―Intento acomodar la falda del vestido para que no se arrugue al momento de sentarme.

Cuando ya estamos paradas frente al gran edificio editorial, respiro profundo y miro a mi amiga.
―Entramos, le digo a la recepcionista que tengo cita con Ciro y tú te quedas en el hall, ¿te parece? ―propongo.
―Como quieras.
―Bien, vamos.
No alcanzo a dar tres pasos cuando me detengo y doy media vuelta.
―Creo que se me olvidó apagar el gas de la cocina en casa… ―digo apurando el paso. Lizzy toma de mi brazo.
―Rafaela Ignacia. Deja de dar vueltas al asunto y ve hasta esa oficina a enfrentar lo que sea. ―Cuando se pone en plan de mandar, no hay quién la contradiga.
¿Qué hago? Con la poca dignidad que me queda ante su llamado de atención, regreso para cruzar la puerta de vidrio que da paso a la recepción.
―Muy buenas tardes, tengo una cita con Ciro Montero. ―Mi voz suena muy profesional, es que ya me he puesto el disfraz de persona seria.
―Señorita Rafaela, la estábamos esperando. Sígame por favor. ―La voz de una mujer a mis espaldas roba mi atención.
―Hola, Cassie ―saludo amorosamente. Ella es una de las personas que trabaja directamente con Ciro.
―Olga, muchas gracias. Yo la llevo hasta la oficina de Ciro ―dice dirigiéndose a la recepcionista. Sin querer, sigo a Cassie y Lizzy se queda atrás, sonriéndome y dándome ánimos con sus manitos, alentándome a seguir caminando.
―¿Cómo ha ido todo, Rafaela? Por cierto, me encanta tu seudónimo. Muy extravagante.
―Ha ido todo bien… Y no, no es mi seudónimo, es mi nombre.
―Original ―dice con menos entusiasmo que antes. Sonríe y me hace pasar a la oficina de Ciro―. Ya está aquí.
Veo cómo un hombre de cabello cano, pelo largo y tomado en una cola, extiende sus brazos para saludarme. No tiene cara de decirme algo malo y me auto convenzo de que hoy es un buen día para mí. Que mi nube negra me ha dado un respiro y que quizás este sea el inicio del mejor año de mi vida.
―Tanto tiempo sin verte… Estás muy desaparecida.
Ciro, luego de un abrazo, camina por su oficina como el amo del universo. Observo lentamente mientras avanzo hasta uno de los sillones, todo está rodeado de múltiples repisas con libros. De autoras que admiro, de otras que no tanto y allí, en la esquina más lejana… Mi Prometo encontrarte. Se me escapa un suspiro y lo disimulo con una leve tosecita.
―Es que tú siempre estás tan ocupado y… la verdad es que me sorprendió tu correo. ―Me siento y delicadamente cruzo las piernas. No acostumbro a usar vestidos y debo cuidar de mantener mis piernas quietas, que con el nerviosismo se olvidan de no moverse como si estuviera en el sillón de mi casa.
Ciro se acerca a un mini bar y con relajada expresión me ofrece un trago, el que sea.
―No bebo, gracias. ―Sonrío tímida. La verdad es que además de llorona y pesimista, también me pone nerviosa la incertidumbre―. Tú dirás, Ciro ―intento apurarlo.
―Como ya te habrás dado cuenta, estamos pisando fuerte no solo en Latinoamérica, sino que también en Europa y Norteamérica.
Le presto toda mi atención y no emito comentarios para que no se detenga.
―Creo que ya es tiempo de hacer un encuentro masivo. Quiero que seas una de las representantes latinoamericanas del género en España, donde realizaremos el primer encuentro de la editorial, con los exponentes de distintos países de la novela romántica.
Suerte de que estaba sentada. ¿España? ¿Encuentro con los grandes escritores? Y de pronto, de solo pensarlo, se me disparó una sonrisa incrédula. ¿Yo?
―Pero debes presentarme una nueva historia… Necesito lanzarte con algo nuevo. Ya ha pasado un año sin que publiques nada y eso no es bueno ni para tu imagen ni para la editorial. ―Y no todo podía ser tan perfecto.
―Lo siento, Ciro. Si es así no cuentes conmigo. ―Hice el intento de levantarme, pero él rápidamente dejó su copa de whisky en la mesa y se acercó para detenerme.
―A ver, Rafa… ―Tomó mis manos y se sentó en el borde de la fina madera de la mesa de centro―. Esto es súper importante en tu carrera. Eres capaz de hacerlo, ¿ya no te gusta escribir? ―Lo miro e intento enderezarme para no verme pequeñita frente a él. Suelto sus manos y le respondo.
―No es eso. No me gusta que me exijan qué hacer, porque entonces pierdo el interés. Vamos, Ciro… trabajas con muchos escritores, debes conocer que esto es algo que no se impone. Que viene cuando quiere y que se va… de la misma forma ―susurré a la vez que fijaba mi vista en el ejemplar de mi libro que Ciro tenía en el estante.
―¿Y en un año no ha venido nunca tu musa inspiradora? ―Se levanta y extiende las manos, cansado.
―Como lo oyes. No puedo comprometerme a algo que no sé si llevaré adelante. Si eso es un impedimento para que asista al encuentro, no te preocupes, busca a otro escritor. Te agradezco mucho pero aceptar sería fallarte de igual forma. ―Acomodo mi cartera y extiendo mi mano para despedirme. No me corresponde el gesto. Desabrocha su chaqueta y con ambas manos en sus caderas, me mira de pies a cabeza, lo que me hace sentir incómoda.
―Tengo otra propuesta para ti ―dice alejándose y mostrándome su dedo índice, para que espere. Toma su celular y marca un número a la rápida―. Leandro, quiero que verifiques cuántos cupos libres tenemos para lo de México… Ajá… Ajá… Espera mi llamado de vuelta y te confirmo. Gracias.
Corta la llamada y me entrega una sonrisa que dura demasiados minutos para ser natural.
―Te tengo una de las mejores propuestas. No necesitas escribir nada. Solo ir hasta allí, hablar de tu trabajo, cómo empezaste, agradecimientos y un amplio etcétera que sabrás manejar.
―¿En México?
―¡Claro! Serás una de las personas que viajan a nombre de la editorial. Hay un cupo para ti. Es una feria con exposiciones semanales de autores. Un día le toca a la competencia y al otro a nosotros. ¿Qué me dices?
―México… ―Repito como una boba... La verdad es que me llama mucho la atención y me tienta la idea―. ¿Para cuándo sería?
―La próxima semana… Ese es el único detalle. Tendríamos que enviar ahora mismo a la imprenta tu libro para llevar un stock más o menos importante. Allá la novela no se ha vendido mucho y ya casi es una obligación de que vayas.
―¿Y si rechazo la idea…? ―pregunto aun sabiendo que voy a aceptar.
―Si la rechazas, mañana mismo dejas de ser parte de la editorial por incumplimiento de contrato.
―¿Perdón? ¿En qué parte dice eso?
―Inciso doce: El Autor se compromete a realizar al menos tres presentaciones en nombre de la editorial ―parafrasea y yo camino para sentarme en su escritorio.
―¿Dónde firmo?

Cuando salgo de la oficina, lo hago sonriendo. ¡A México lindo y querido! Es una gran oportunidad… y lástima que rechacé a la de España porque hasta ganas de escribir me dieron una vez que asimilé la situación.
Una de las oficinas por las que paso para volver a recepción está rodeada de vidrios. Dentro de ella está Leandro, el encargado de relaciones públicas, y un hombre alto al cual solo le puedo ver la espalda. Una atracción desmedida e inesperada me hace voltear la cabeza varias veces hacia el lugar en donde esos dos hombres conversan, hasta que Lizzy me saca de mi abstracción.
―¿Qué sucedió? ¿Ya somos famosas? ¡Te aviso que soy tu representante y me tienes que dar un porcentaje! ―Juguetea y yo la miro sin poder reaccionar. Su risa se congela en cuanto ve mi estado y pregunta un poco más seria―: ¿Algo malo? ¡Te dije que tenías que pensar positivo, Rafa!
Y luego es un cúmulo de palabras y gestos con las manos que no logro comprender.
―Lizzy… ―digo en un tono bajo, porque el de ella anula el mío―. Lizzy… ―No hay caso, elevo la voz―. ¡Lizzy!
―¿Qué? ―responde de la misma forma exagerada que yo.

―Un viaje… a México… la próxima semana. ―Y la dejo muda, ¡por fin!




6 comentarios:

  1. Buenisimo el capitulo, cuando aparecerá Valentin?

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. El próximo capítulo quizás tengamos noticias de él :D

      Eliminar
    2. Que bueno todo para Rafa, yo también quiero que aparezca Valentin

      Eliminar
  2. pero porque me dejas asi valeria creo que ya lo ha visto

    ResponderEliminar
  3. Todo bien con vos, te admiro, me encantan tus historias pero hay un dicho que dice "el que espera desespera" y yo empiezo a desesperar.

    ResponderEliminar