Capítulo 4
¿Real o ficción?
Rafaela se movía nerviosa detrás del gran telón que la separaba del
escenario y la multitud. En su mano llevaba una pequeña tarjeta que contenía su
discurso, el cual había escrito durante la madrugada y que leía una y otra vez
en voz alta para poder modular bien llegado el momento.
Tenía su pelo recogido en un moño y cada tanto consultaba su aspecto en
un pequeño espejo de cartera. Todo estaba en orden y en pocos minutos
ingresaría a su primera presentación en México.
Se acercó a la unión del telón y con su dedo índice apartó la tela para
mirar lo que había del otro lado. Había mucha gente con distintivos de la
feria, había pendones con los logotipos de todas las editoriales asistentes y personas
que sacaba sus cámaras para inmortalizar aquel momento, el más esperado del
año.
―No mires, es peor… Deja que todo te sorprenda allá arriba. Con el
público ovacionando, te cargarás de una energía desconocida. ―Se sobresaltó
cuando escuchó aquella voz. Le pareció escucharla muy cerca de su oreja pero
debió ser una especie de deja vú porque de otra forma… ¿Cómo era posible? De
seguro era Valentín infundiéndole ánimos. Cerró los ojos, suspiró y mentalmente
le agradeció por volver y estar allí en un momento tan importante.
Pobre Rafaela, si se hubiese dado la vuelta, hubiese visto que Valentín
estaba más cerca de lo que creía. Pero para cuando abrió los ojos y giró,
Valento ya se había ido y a quien encontró en su lugar fue a Carolina.
―¿Todo bien?
―¡Solo un poco nerviosa! ―contestó Rafa, mientras se aferraba a su
tarjeta.
De pronto un estruendo provocado por aplausos y gritos les robó toda la
atención. Se miraron asustadas.
―Muy buenas tardes. Queremos agradecer a todos por su asistencia… ―Una
voz grave escandalizaba al público. Una voz que Rafaela intentó seguir
escuchando pero la producción no se lo permitió.
―Vamos, Rafaela y Carolina. En segundos Valento las presenta.
Y así fue, dedicó unas palabras a la editorial que se habría paso en
México y presentó a las nuevas escritoras.
La primera en subir al escenario fue Carolina, sonrió al público que
aplaudía más tímidamente que al principio y se ubicó en el asiento más cercano
a Valento. En el mesón también se encontraba un representante de Universo Editorial, y de la Feria
Mexicana.
Cuando fue el turno de Rafaela para ingresar, respiró profundo y llevó
toda su atención a los cientos de personas que aplaudían. Escuchó cómo una o
dos gritaban su nombre mientras movían sus manos para saludarla y sonrió
incrédula ante todo lo que estaba viviendo. La sonrisa se le esfumó al pasear
su vista por el mesón. Un hombre que escribía apuntes en un papel y vestido de
traje oscuro era igual a su querido Valentín. Mismo cabello, mismas facciones,
esa presencia tan varonil, sus manos… Ese hombre era como si hubiese salido de
su cabeza y estuviera sentado ahí, ante sus ojos. El corazón le bombeaba a tal
punto que no lograba coordinar sus pasos para sentarse en el único puesto que
quedaba libre entre el representante de la editorial y el de la feria. Lo hizo
lentamente y contuvo el aliento para intentar mirar de nuevo hacia su derecha y
comprobar si ese hombre era su querido Valentín o si realmente ya se había
vuelto loca por completo.
Miró una, dos, tres veces y no podía creerlo. Era igual, igualito a él…
Si no pareciera una locura, diría que era él. Sí… era él.
―Como Universo Editorial
estamos muy orgullosos de contar con tan destacados escritores. Carolina
Lennon, Rafaela San Martín y el gran Valento.
«¿Ese era Valento?». Rafaela
se quería morir. Era imposible… Y aparte su discurso hablaba de él. Si era como
realmente lo pintaban, ni en un millón de años diría lo que había escrito:
“A
Valentín, quien me permitió vivir, sentir y escribir esta historia de amor… En
donde estés, aquí estoy, esperando por ti, para vivir, sentir y escribir una
nueva historia, la nuestra.”
¡Mierda! Si se suponía que no existía y ahora estaba a dos puestos de
ella. Una imbécil, así se sentía. Rayaba y trataba de escribir un nuevo
discurso en los pocos minutos que le queda para que hablase, pero estaba
bloqueada. ¡No tenía palabras!
Lo miraba de reojo, y él parecía no notarla...
«¡Será que no me recuerda! ¡Será que me
olvidó! O es que es un holograma» ¿Qué libro habría escrito?... Intentó
mirar el libro que Valento tenía entre sus manos y solo pudo comprobar su
seudónimo. Autor: Valento Ruminó.
La editorial que había
publicado el libro de Valento era otra, sin embargo los derechos eran todos
suyos, por ende podía hacer y deshacer con aquella obra. Estaba orgulloso de
todo cuánto había construido en base a ella, mas dolía todo lo que estaba
dentro de sus páginas. Había tomado todas sus heridas, y las había sepultado en
las hojas de ese libro para adornarlas con un final soñado y muy alejado de la
verdadera realidad.
Carolina sonrió al ver
la cara de su amiga. Sabía que cambiaría su opinión de Valento en cuanto viera
lo guapo que era. Lástima que las separara un puesto, o ya le hubiese dicho que
cambiara la cara, que se le notaba cuánto le afectaba el escritor.
―Rafaela, cuéntanos qué
tal ha sido tu experiencia en Universo
Editorial. ―Valentín, preocupado de seguir el orden de las preguntas, ni
siquiera la había mirado a los ojos.
La mujer se irguió para
contestar. Buscó su mirada pero no la encontró y entonces miró al público con
el fin de llenarse de esa energía de la cual le había hablado Valentín tras
bambalinas. (Ahora entendía que no había sido SU Valentín, sino aquel Valento
que nada tenía que ver con su amor).
―Cuando escribí esta
historia, Valentín… ―Rafaela siguió hablando pero Valento no la escuchó más. Se
quedó colgado a ese nombre que ella no tenía por qué saber, ni mucho menos
exponer.
Un poco descompuesto,
continuó con la ronda de preguntas y muy pronto fue el turno de Carolina.
No pudo prestar
atención a nada de lo que dijeron. Sonrió un par de veces, dejó que
intervinieran las otras personas que lo acompañaban y luego de que terminó
todo, se fue a su camarín.
Rafaela bajó del
escenario desconcertada, hubiese querido disfrutar de todo el público que
estaba allí, pero la verdad es que en su cabeza no había espacios para el
disfrute sino para cuestionamientos. Y el más latente era comprobar su estado
mental. ¿De dónde había salido Valento? ¿Dónde había quedado el Valentín que
conoció?
Sin querer le había
dicho Valentín y le había respondido con la soltura y confianza que habían
hablado un año atrás durante sus charlas nocturnas. Él pareció confundido, y no
era para menos, también ella lo estaba.
―Estuviste genial,
Carolina ―le dijo en cuanto ésta se acercó y la abrazó.
―Los de la editorial me
avisaron de que tenemos una rueda de prensa en veinte minutos y luego una cena.
―Genial. Voy al baño y
regreso ―contestó Rafaela mientras arrugaba con sus puños la tarjeta con las palabras
que había escrito para SU Valentín y que no había usado ni usaría jamás.
Camino al sanitario se
encontró con un basurero y allí mismo la dejó. Al girarse, chocó directamente
con Valento.
―Disculpe ―susurró
perturbada.
―Van dos. Esta y
aguantar que me trates por mi nombre, en un lugar donde ni siquiera deberías
exponerlo… ¿Quién te lo dijo? ¿Leandro? ―Lo tenía cerca, demasiado tentador si
no fuera tan arrogante.
―¿Cómo dice?
―Me trataste en medio
de todo el mundo como Valentín. No te pases de lista, niña, estás recién
empezando y no intentes ponerte a mi altura. Yo no tengo amigos en este medio,
y menos comparto amistad con una novata. ―Le aferró una mano al hombro y se
acercó aún más.
―¿Quién te crees?
¿Dios? ―Y en cuanto lo dijo, recordó su primer encuentro con Valentín en
sueños―. Pues no. ¡No eres Dios! Eres un simple mortal que cree que porque
tiene a un montón de idiotas pendientes de él, yo también lo voy a estar.
Olvídalo. ¿Te llamas Valentín? No tenía ni la menor idea… ―comentó perturbada,
pero se recuperó rápido―: Es que tu seudónimo es tan raro… que quise darte una
manito. ¿A quién se le ocurre llamarse Valento? Ah, claro… al que va lento…
¿Cuánto demoraste en escribir tu gran obra literaria? ¿Ocho años? Yo un año,
quizás no es la mejor ante tus ojos, una novata como yo no puede compararse con
tan prestigioso autor ―lo señaló mientras usaba toda su ironía―. No te
confundas, Valentín, tus aires de grandeza no me mueven ni un pelo.
Lo soltó con fuerzas y
caminó a paso firme hasta el baño en donde se escondió a llorar. Ese no era su
querido y amado Valentín. ¿Qué le había hecho ese monstruo a su dulce amor? No
soportaba ver rotas sus ilusiones de esa forma tan cruel. Un déspota, en eso se
había convertido la imagen del hombre al cual amaba hacía más de un año.
Un golpecito en la
puerta hizo disminuir su sollozo.
―Rafa, ¿qué pasó?
¿Estás bien? Nos están llamando para la ronda de preguntas y la cena. Valento
no va, lamento informarte ―Carolina sonrió―. Te dije que te gustaría, si hubiese
podido sacarte una foto con la cara de boba con la que lo mirabas, ¡sabrías de
qué hablo! No importa, mañana tendremos en cada periódico nuestras caras
mientras él nos hablaba.
Rafaela maldijo para
sí. Ahora saldría en las fotos con ojos rojos y todo por culpa de ese estúpido
que la había tenido en la presentación con una sonrisa, albergando la esperanza
de que fuera realmente su amor.
Abrió cuidadosamente la puerta y dejó ver toda su vulnerabilidad.
―No creo estar en condiciones de ir a la ronda y menos a la cena.
―¿Qué te pasó? ¿Estás nerviosa?
―Sí, son los nervios. ¿Puedes decir a los productores que no me siento
bien?
―Sí, claro. ¿Quieres que te acompañe a tomar un taxi?
―No, no es necesario. Ve tranquila y disfrútalo.
Se despidieron y Rafa escribió un breve mensaje a sus amigas,
contándoles que Valento era un arrogante que no pensaba en nadie más que él.
Que la había hecho llorar, pero que les prometía que era la última vez que se
lo permitía. Que no se preocuparan pero que apagaría el teléfono porque
necesitaba reponerse para lo que venía el día siguiente. ¡Y qué cosa tendría
que enfrentar al día siguiente!
Cuando llegó al hotel, tenía un torbellino en la cabeza, que aumentó
cuando, luego de ella, Valentín subió al ascensor.
El hombre había quedado descolocado con la insolencia de Rafaela, y se
lo hizo saber a Leandro cuando éste le preguntó por las escritoras. Le reclamó
que develara su nombre, lo cual fue negado por el trabajador de la editorial.
―¿Y de dónde lo obtuvo?
―Ni idea, sabes que las fans escarban en todo. Aparte, no hay que ser un
detective para relacionar el nombre Valento con Valentín.
―Mmm… Tienes razón, de todas formas no tiene porqué ser insolente. Es
una recién empezada.
―Para ti, que no la conoces. Pero lleva publicando lo mismo que tú. Y le
va muy bien en Chile, no es mediática como tú, pero sus ventas son muy
parecidas a las que tienes actualmente en nuestro país.
―Mal le va... No vendo nada en tu país prácticamente.
―Escúchate… En Chile, bajo tus términos, no eres nadie… No digas que
Rafaela está recién empezando porque está a tu mismo nivel.
―Te equivocas, yo genero ingresos con solo mi presencia, ella necesita
de mí para captar atención.
―Vas mal… muy mal. ¿Por qué dices que fue insolente contigo?
―Me dijo que tenía aires de grandeza…
―Ah, bueno… Eso no es ser insolente, es ser sincero…
―¡Así no puedo hablar contigo! ¿Te gusta esa mujer?
―No, sabes que estoy comprometido. Pero debes reconocer que Rafaela es
la única que ha sabido decirte las cosas por su nombre y en tu cara.
―Lo dicho, así no puedo hablar contigo.
Cortó la llamada y esperó a que el chofer que le habían contratado lo
llevara al hotel, allí se la encontró.
Rafaela lo miró directamente a los ojos. No le quitaría la mirada para
que supiera que no la intimidaba en lo absoluto, aunque sus ojos estuvieran
hinchados por las lágrimas.
―Piso seis, por favor ―dijo Valentín poniéndose las gafas oscuras.
¿Esperaba que Rafaela pulsara el número seis? Que siguiera soñando
despierto. Ella se colocó los audífonos de su celular y se cruzó de brazos sin
quitarle la vista de encima.
Detrás de Valentín, estaba un hombre del hotel que se encargaba de
dirigir el ascensor. Si Rafaela hubiese apartado sus ojos de los de Valento, se
habría dado cuenta de que no era a ella a quien le hablaba.
―Por lo menos sabe usar la palabra mágica… ―susurró.
―¿Me hablaste? ―preguntó de forma despectiva. Ella no contestó y él le quitó
los audífonos para que le prestara atención.
―¿Qué te pasa? ―exclamó molesta.
―Te pregunto si es que me hablaste.
―No, estaba cantando ―respondió con una falsa sonrisa.
―¿Usted no debería estar en la ronda de prensa? ―Esa mujer lo sacaba de
quicio, y además no cumplía con los deberes editoriales.
No le contestó, volvió a ponerse los audífonos y el ascensor abrió sus
puertas.
Por primera vez, Valento siguió los pasos de la mujer que se bajó un
piso antes. La asió por uno de sus brazos que se agitaban aparentemente al
ritmo de la música que escuchaba y con fuerza hizo que se volteara y que lo
mirara.
―Te estoy hablando, niña.
―¿A quién…? ―preguntó ella mirándolo fijamente a los ojos.
―¡A ti!
―¿A quién le interesa? ―completó con otra desfachatada sonrisa, dio
media vuelta y lo dejó ahí, parado en medio del pasillo mientras ella entraba a
su habitación.
Una vez dentro, tiró con rabia sus zapatos, celular con audífonos incluidos
y se deshizo de su vestido y ahogó un grito mientras empuñaba sus manos. Luego,
con esa pequeña descarga de rabia, se sentó en el borde de la cama y subió sus
piernas para aferrarse a ellas mientras sollozaba. No, ese no era su Valentín.
Podría tener el físico, pero no era el hombre de quien ella se había enamorado.
Nunca podría enamorarse de un hombre así, tan arrogante.
Rafaela, luego de una ducha se puso su camisa de dormir y se tendió con
las manos abiertas sobre la cama para mirar el techo de su habitación, Pretendía
encontrar allí alguna respuesta a la locura que estaba viviendo. ¿Era posible
que alguna vez, antes de soñarlo, su subconsciente lo registró en algún programa
de televisión y luego utilizó su aspecto para idealizar algo que no existía? Era
muy probable, era lo más cuerdo que se le ocurría… Pero entonces, ¿de dónde había
salido su historia?
Entre lágrimas silenciosas se rindió a los brazos de Morfeo y no supo
nada más del mundo real, pero sí del ficticio.
Valentín la encontró llorando a la sombra de un árbol.
―¿Qué haces aquí? ―preguntó él.
―¡Qué te importa!
Alzó las cejas y se distanció unos pasos para no
incomodarla.
―Veo que tienes un mal día.
―¿Me puedes decir qué haces allá afuera siendo ese
imbécil?
―No sé de qué hablas…
―Te desapareces un año y cuando vuelves, lo haces
en carne y hueso siendo un… ―Se levantó enfurecida y descontrolada, moviendo
sus manos y haciendo reír con su actitud a Valentín―. ¡No es gracioso, Valentín!
Ese no eres tú. O es un impostor o tú me estás jugando una mala broma.
―Prometí que te encontraría. Veo que ya me
conociste. ―Se acercó con cautela, intentando ponerse serio.
―¡Ah! O sea sí eres tú.
Y Valentín comenzó a desaparecer y un ruido molesto
se introdujo en aquel sueño para empezar a despertarla.
―¡Maldita sea, Valentín! ¡No te vayas ahora!
Abrió los ojos, y despertó más enojada de lo que se había dormido. Era
de mañana. ¿Cuánto había dormido? Su celular estaba en el piso, no tenía un
reloj a mano y lo primero que se le ocurrió fue encender la televisión. Mala
idea.
―Tal como lo oyes, Pamela. Ayer nuestros periodistas encontraron a la
nueva pareja del espectáculo discutiendo tras bambalinas. En las imágenes pueden
observar cómo ella lo enfrenta. Algo debió ocurrir luego de que bajaron del
escenario, porque durante la presentación, lo miraba con profundo amor.
―Sí, se ve que ella está muy enamorada… No se me hace difícil pensar que
la discusión sea por celos. Sabemos de la fama de mujeriego de Valento Ruminó.
Recordamos a nuestros televidentes que estamos en una trasmisión especial
debido a la nueva conquista del exitoso escritor mexicano. Rafaela San Martín
es chilena y una de las escritoras que fue presentada ayer por el hombre que se
roba la atención de todas las mujeres del país. Y ya vemos que también ha
plantado bandera en Chile.
A Rafaela la sangre comenzó a bullirle. ¡Eso era el colmo! Ni en sueños…
Ni en sueños… Bueno, en sueños sí, pero la habían estafado. Valento jamás podría
igualar a SU Valentín.
Pero la noticia no quedó allí. Los periodistas habían rescatado del
basurero la nota, la bendita nota que parecía una declaración de amor.
―¿Escribieron algún libro juntos? ―preguntaba un panelista.
―No lo sabemos, pero por lo que podemos leer en lo que Rafaela le dedica
a Valento, quiere que escriban su propia historia de amor. ¿Algo biográfico tal
vez?… ¿Cuánto tiempo llevarán juntos? Puedo deducir que bastante, ya que,
presten atención, en la nota lo llama por su nombre real. Valentín.
Esa gente estaba loca. ¿Escribir una historia con ese hombre? ¡Su
historia de amor, ni muerta!
―Pero cómo se me ocurrió escribir esa estupidez… ―se reclamó mientras
apoyaba su cabeza en sus manos. Con una fuerza desmedida se levantó, tomó una
almohada y tirándola hacia la pantalla, gritó―: ¡Te odio, Valento Ruminó! ¡Te
odio!
Si no hubiese sido tan impulsiva y más vergonzosa, se habría quedado
encerrada en esa habitación hasta que le tocara volver a Chile, incluso hubiese
tenido tiempo para haber encendido el teléfono y ver que Ciro, Carolina y sus
amigas estaban intentando ubicarla para preguntarle qué tan cierto era todo eso
que decía la prensa.
Pero no, su impulsividad era el motor de su vida y, así… Desgreñada, con
dos líneas grises que enmarcaban sus mejillas, corroborando que por ahí habían
pasado lágrimas, descalza y solo cubierta con una pequeña camisa de seda, salió
de su habitación. Allí, en su puerta, había un periódico que como portada tenía
la espantosa escena que había protagonizado el día anterior con el impostor. Así
lo llamaría desde ahora.
Tomó el periódico con furia y se subió al ascensor. Cuando estuvo dentro
del receptáculo rodeado de espejos, se dio cuenta de su aspecto. Sin embargo,
no se detuvo. Pulsó el piso seis y fue a la única puerta que había. ¡Obvio! Su
majestad no podía compartir un piso entero con otras personas. Bien, que la
aguantara.
Golpeó una, dos, tres veces. Valento abrió justo para cuando el ascensor
avisaba que alguien más subía al piso, pero no le prestó atención.
―¿Qué haces aquí? ―Se notaba recién levantado y por su calma, no había
visto las noticias ni los periódicos.
―¡A mí no me uses para hacerte famoso! ―le gritó impregnándole en el
pecho la prueba de lo que le reclamaba.
Valentín dio dos pasos hacia atrás mientras caía El México Informado, diario nacional. Rafaela avanzó dos más y cerró
sin querer la puerta tras de sí, al mismo tiempo que se abrían las puertas del ascensor.
―¡Guau! Así que quieres escribir nuestra historia de amor… ―dijo con
sorna mientras recogía el diario.
―Ni en sueños… A kilómetros de ti. ¿Qué es toda esta farsa? ¿Por qué
estaban esos periodistas donde no deben estar? ―reclamó.
―Bienvenida a mi mundo. ―Valento abrió sus brazos y recién ahí ella se
dio cuenta de que lo tenía ante ella prácticamente desnudo, si no fuera por el
diminuto bóxer.
Se tapó los ojos y ordenó:
―¡Vístete!
―Bueno, cariño, ponte de acuerdo. Vienes a mi habitación a reclamarme una
farsa… Hagámosla realidad. Me pillas de buen humor esta mañana. ―Se acercó para
atraerla por la cintura, y Rafaela tambaleó, aunque siguió luchando.
―Sigue soñando… ―Se quitó las manos del rostro para que viera la
seguridad en sus ojos.
―Soñar no cuesta nada, Rafaela… Y hacerlo realidad tampoco.
Al escucharlo, se paralizó. ¡Ay, no! ¿Quién le estaba hablando? ¿Valento
o Valentín? Porque Valentín ya le había dicho esas palabras, claro que en otro
contexto.
―Suéltame… ―rogó casi sin fuerzas.
―¿Segura? ―Valento había bajado la guardia, no estaba razonando. Verla
allí con una pequeña telita envolviendo su cuerpo le arrebató la arrogancia y
le despertó las hormonas. Se acercó para rozar sus labios y ella estuvo a punto
de entregarse, pero…
―Servicio a la habitación ―dijeron del otro lado. Rafaela se recompuso y
lo apartó.
―Te va a tocar desmentir esto… No me metas en tus jueguitos, Valento. ―dijo
apuntándolo con un dedo y dando media vuelta. Abrió la puerta y se encontró con
más de diez cámaras y micrófonos.
―Y encontramos a la pareja. ―Anunció una periodista mirando a una cámara.
―¡Acá no hay ning…! ―Una boca la hizo callar y los flashes comenzaron a
iluminar todo.
Valento conocía cómo moverse con la prensa. Milagrosamente los periodistas
habían creído que aquella pelea del día anterior se debía a un tema de faldas. No
importaba, lo aprovecharían al máximo. Le convenía a él y a ella también le
ayudaba. Fingir que eran pareja por un tiempo no le afectaba en absoluto. La
consideraba una mujer inteligente, un poco impulsiva e insolente, pero podría
con eso a cambio de los ingresos que se avecinaban.
Y fue por eso que se acercó raudo y tomó su boca por asalto para que
Rafaela no estropeara lo que ya iba viento en popa. Besaba bien. Realmente lo
hacía bien.
Rafaela no supo cómo el sabor de Valento comenzó a inundarla por
completo. Le dio un beso suave que duró más de lo planificado y que si habían
quedado dudas de alguna relación entre ellos, con aquel espectáculo que estaban
dando lo confirmaban al mundo entero. Una vez que se apartaron, él habló.
―Bueno, chicos. Ya han visto lo suficiente… Ahora dejen a la pareja
descansar… Tenemos una historia que escribir. ―Les guiñó el ojo, abrazó a
Rafaela y cerró la puerta con una sonrisa digna de ángel… o Dios.
Que bueno...... se va poniendo interesante. Y que buenos vídeos.Me gusta
ResponderEliminarGracias por leerlo, Alba!
EliminarPor Dios valeria, que emocionante capítulo, cada día Rafa me encanta con cada una de sus cosas, gracias por escribir para tus lectoras
ResponderEliminarAy, feliz de que te guste!!! <3 <3 <3 Graciaaaaaaaaas!
EliminarValgame el cielo Valeria. Seguro Valentin tiene un secreto verdad??? Cada capitulo esta lleno sorpresas
ResponderEliminarBuenisima historia!!
Me alegra tanto de que te guste!
EliminarDIOSSSS!!!!! INCREIBLE!!!!!!! Esta historia entre Rafaela y Valentín es imperdible.... Son sorprendentes las acciones y reacciones de cada uno.....
ResponderEliminarFelicitaciones Vale!!!!!!!
Graciaaaaaaaaas!! Estoy muy feliz <3 <3 <3
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