domingo, 13 de septiembre de 2015

Capítulo 4: ¿Real o ficción?







Capítulo 4
¿Real o ficción?



Rafaela se movía nerviosa detrás del gran telón que la separaba del escenario y la multitud. En su mano llevaba una pequeña tarjeta que contenía su discurso, el cual había escrito durante la madrugada y que leía una y otra vez en voz alta para poder modular bien llegado el momento.
Tenía su pelo recogido en un moño y cada tanto consultaba su aspecto en un pequeño espejo de cartera. Todo estaba en orden y en pocos minutos ingresaría a su primera presentación en México.
Se acercó a la unión del telón y con su dedo índice apartó la tela para mirar lo que había del otro lado. Había mucha gente con distintivos de la feria, había pendones con los logotipos de todas las editoriales asistentes y personas que sacaba sus cámaras para inmortalizar aquel momento, el más esperado del año.
―No mires, es peor… Deja que todo te sorprenda allá arriba. Con el público ovacionando, te cargarás de una energía desconocida. ―Se sobresaltó cuando escuchó aquella voz. Le pareció escucharla muy cerca de su oreja pero debió ser una especie de deja vú porque de otra forma… ¿Cómo era posible? De seguro era Valentín infundiéndole ánimos. Cerró los ojos, suspiró y mentalmente le agradeció por volver y estar allí en un momento tan importante.
Pobre Rafaela, si se hubiese dado la vuelta, hubiese visto que Valentín estaba más cerca de lo que creía. Pero para cuando abrió los ojos y giró, Valento ya se había ido y a quien encontró en su lugar fue a Carolina.
―¿Todo bien?
―¡Solo un poco nerviosa! ―contestó Rafa, mientras se aferraba a su tarjeta.
De pronto un estruendo provocado por aplausos y gritos les robó toda la atención. Se miraron asustadas.
―Muy buenas tardes. Queremos agradecer a todos por su asistencia… ―Una voz grave escandalizaba al público. Una voz que Rafaela intentó seguir escuchando pero la producción no se lo permitió.
―Vamos, Rafaela y Carolina. En segundos Valento las presenta.
Y así fue, dedicó unas palabras a la editorial que se habría paso en México y presentó a las nuevas escritoras.
La primera en subir al escenario fue Carolina, sonrió al público que aplaudía más tímidamente que al principio y se ubicó en el asiento más cercano a Valento. En el mesón también se encontraba un representante de Universo Editorial, y de la Feria Mexicana.
Cuando fue el turno de Rafaela para ingresar, respiró profundo y llevó toda su atención a los cientos de personas que aplaudían. Escuchó cómo una o dos gritaban su nombre mientras movían sus manos para saludarla y sonrió incrédula ante todo lo que estaba viviendo. La sonrisa se le esfumó al pasear su vista por el mesón. Un hombre que escribía apuntes en un papel y vestido de traje oscuro era igual a su querido Valentín. Mismo cabello, mismas facciones, esa presencia tan varonil, sus manos… Ese hombre era como si hubiese salido de su cabeza y estuviera sentado ahí, ante sus ojos. El corazón le bombeaba a tal punto que no lograba coordinar sus pasos para sentarse en el único puesto que quedaba libre entre el representante de la editorial y el de la feria. Lo hizo lentamente y contuvo el aliento para intentar mirar de nuevo hacia su derecha y comprobar si ese hombre era su querido Valentín o si realmente ya se había vuelto loca por completo.
Miró una, dos, tres veces y no podía creerlo. Era igual, igualito a él… Si no pareciera una locura, diría que era él. Sí… era él.
―Como Universo Editorial estamos muy orgullosos de contar con tan destacados escritores. Carolina Lennon, Rafaela San Martín y el gran Valento.
«¿Ese era Valento?». Rafaela se quería morir. Era imposible… Y aparte su discurso hablaba de él. Si era como realmente lo pintaban, ni en un millón de años diría lo que había escrito:
“A Valentín, quien me permitió vivir, sentir y escribir esta historia de amor… En donde estés, aquí estoy, esperando por ti, para vivir, sentir y escribir una nueva historia, la nuestra.”
¡Mierda! Si se suponía que no existía y ahora estaba a dos puestos de ella. Una imbécil, así se sentía. Rayaba y trataba de escribir un nuevo discurso en los pocos minutos que le queda para que hablase, pero estaba bloqueada. ¡No tenía palabras!
Lo miraba de reojo, y él parecía no notarla... «¡Será que no me recuerda! ¡Será que me olvidó! O es que es un holograma» ¿Qué libro habría escrito?... Intentó mirar el libro que Valento tenía entre sus manos y solo pudo comprobar su seudónimo. Autor: Valento Ruminó.

La editorial que había publicado el libro de Valento era otra, sin embargo los derechos eran todos suyos, por ende podía hacer y deshacer con aquella obra. Estaba orgulloso de todo cuánto había construido en base a ella, mas dolía todo lo que estaba dentro de sus páginas. Había tomado todas sus heridas, y las había sepultado en las hojas de ese libro para adornarlas con un final soñado y muy alejado de la verdadera realidad.

Carolina sonrió al ver la cara de su amiga. Sabía que cambiaría su opinión de Valento en cuanto viera lo guapo que era. Lástima que las separara un puesto, o ya le hubiese dicho que cambiara la cara, que se le notaba cuánto le afectaba el escritor.
―Rafaela, cuéntanos qué tal ha sido tu experiencia en Universo Editorial. ―Valentín, preocupado de seguir el orden de las preguntas, ni siquiera la había mirado a los ojos.
La mujer se irguió para contestar. Buscó su mirada pero no la encontró y entonces miró al público con el fin de llenarse de esa energía de la cual le había hablado Valentín tras bambalinas. (Ahora entendía que no había sido SU Valentín, sino aquel Valento que nada tenía que ver con su amor).
―Cuando escribí esta historia, Valentín… ―Rafaela siguió hablando pero Valento no la escuchó más. Se quedó colgado a ese nombre que ella no tenía por qué saber, ni mucho menos exponer.
Un poco descompuesto, continuó con la ronda de preguntas y muy pronto fue el turno de Carolina.
No pudo prestar atención a nada de lo que dijeron. Sonrió un par de veces, dejó que intervinieran las otras personas que lo acompañaban y luego de que terminó todo, se fue a su camarín.

Rafaela bajó del escenario desconcertada, hubiese querido disfrutar de todo el público que estaba allí, pero la verdad es que en su cabeza no había espacios para el disfrute sino para cuestionamientos. Y el más latente era comprobar su estado mental. ¿De dónde había salido Valento? ¿Dónde había quedado el Valentín que conoció?
Sin querer le había dicho Valentín y le había respondido con la soltura y confianza que habían hablado un año atrás durante sus charlas nocturnas. Él pareció confundido, y no era para menos, también ella lo estaba.
―Estuviste genial, Carolina ―le dijo en cuanto ésta se acercó y la abrazó.
―Los de la editorial me avisaron de que tenemos una rueda de prensa en veinte minutos y luego una cena.
―Genial. Voy al baño y regreso ―contestó Rafaela mientras arrugaba con sus puños la tarjeta con las palabras que había escrito para SU Valentín y que no había usado ni usaría jamás.
Camino al sanitario se encontró con un basurero y allí mismo la dejó. Al girarse, chocó directamente con Valento.
―Disculpe ―susurró perturbada.
―Van dos. Esta y aguantar que me trates por mi nombre, en un lugar donde ni siquiera deberías exponerlo… ¿Quién te lo dijo? ¿Leandro? ―Lo tenía cerca, demasiado tentador si no fuera tan arrogante.
―¿Cómo dice?
―Me trataste en medio de todo el mundo como Valentín. No te pases de lista, niña, estás recién empezando y no intentes ponerte a mi altura. Yo no tengo amigos en este medio, y menos comparto amistad con una novata. ―Le aferró una mano al hombro y se acercó aún más.
―¿Quién te crees? ¿Dios? ―Y en cuanto lo dijo, recordó su primer encuentro con Valentín en sueños―. Pues no. ¡No eres Dios! Eres un simple mortal que cree que porque tiene a un montón de idiotas pendientes de él, yo también lo voy a estar. Olvídalo. ¿Te llamas Valentín? No tenía ni la menor idea… ―comentó perturbada, pero se recuperó rápido―: Es que tu seudónimo es tan raro… que quise darte una manito. ¿A quién se le ocurre llamarse Valento? Ah, claro… al que va lento… ¿Cuánto demoraste en escribir tu gran obra literaria? ¿Ocho años? Yo un año, quizás no es la mejor ante tus ojos, una novata como yo no puede compararse con tan prestigioso autor ―lo señaló mientras usaba toda su ironía―. No te confundas, Valentín, tus aires de grandeza no me mueven ni un pelo.
Lo soltó con fuerzas y caminó a paso firme hasta el baño en donde se escondió a llorar. Ese no era su querido y amado Valentín. ¿Qué le había hecho ese monstruo a su dulce amor? No soportaba ver rotas sus ilusiones de esa forma tan cruel. Un déspota, en eso se había convertido la imagen del hombre al cual amaba hacía más de un año.
Un golpecito en la puerta hizo disminuir su sollozo.
―Rafa, ¿qué pasó? ¿Estás bien? Nos están llamando para la ronda de preguntas y la cena. Valento no va, lamento informarte ―Carolina sonrió―. Te dije que te gustaría, si hubiese podido sacarte una foto con la cara de boba con la que lo mirabas, ¡sabrías de qué hablo! No importa, mañana tendremos en cada periódico nuestras caras mientras él nos hablaba.
Rafaela maldijo para sí. Ahora saldría en las fotos con ojos rojos y todo por culpa de ese estúpido que la había tenido en la presentación con una sonrisa, albergando la esperanza de que fuera realmente su amor.
Abrió cuidadosamente la puerta y dejó ver toda su vulnerabilidad.
―No creo estar en condiciones de ir a la ronda y menos a la cena.
―¿Qué te pasó? ¿Estás nerviosa?
―Sí, son los nervios. ¿Puedes decir a los productores que no me siento bien?
―Sí, claro. ¿Quieres que te acompañe a tomar un taxi?
―No, no es necesario. Ve tranquila y disfrútalo.
Se despidieron y Rafa escribió un breve mensaje a sus amigas, contándoles que Valento era un arrogante que no pensaba en nadie más que él. Que la había hecho llorar, pero que les prometía que era la última vez que se lo permitía. Que no se preocuparan pero que apagaría el teléfono porque necesitaba reponerse para lo que venía el día siguiente. ¡Y qué cosa tendría que enfrentar al día siguiente!
Cuando llegó al hotel, tenía un torbellino en la cabeza, que aumentó cuando, luego de ella, Valentín subió al ascensor.

El hombre había quedado descolocado con la insolencia de Rafaela, y se lo hizo saber a Leandro cuando éste le preguntó por las escritoras. Le reclamó que develara su nombre, lo cual fue negado por el trabajador de la editorial.
―¿Y de dónde lo obtuvo?
―Ni idea, sabes que las fans escarban en todo. Aparte, no hay que ser un detective para relacionar el nombre Valento con Valentín.
―Mmm… Tienes razón, de todas formas no tiene porqué ser insolente. Es una recién empezada.
―Para ti, que no la conoces. Pero lleva publicando lo mismo que tú. Y le va muy bien en Chile, no es mediática como tú, pero sus ventas son muy parecidas a las que tienes actualmente en nuestro país.
―Mal le va... No vendo nada en tu país prácticamente.
―Escúchate… En Chile, bajo tus términos, no eres nadie… No digas que Rafaela está recién empezando porque está a tu mismo nivel.
―Te equivocas, yo genero ingresos con solo mi presencia, ella necesita de mí para captar atención.
―Vas mal… muy mal. ¿Por qué dices que fue insolente contigo?
―Me dijo que tenía aires de grandeza…
―Ah, bueno… Eso no es ser insolente, es ser sincero…
―¡Así no puedo hablar contigo! ¿Te gusta esa mujer?
―No, sabes que estoy comprometido. Pero debes reconocer que Rafaela es la única que ha sabido decirte las cosas por su nombre y en tu cara.
―Lo dicho, así no puedo hablar contigo.
Cortó la llamada y esperó a que el chofer que le habían contratado lo llevara al hotel, allí se la encontró.
Rafaela lo miró directamente a los ojos. No le quitaría la mirada para que supiera que no la intimidaba en lo absoluto, aunque sus ojos estuvieran hinchados por las lágrimas.
―Piso seis, por favor ―dijo Valentín poniéndose las gafas oscuras.
¿Esperaba que Rafaela pulsara el número seis? Que siguiera soñando despierto. Ella se colocó los audífonos de su celular y se cruzó de brazos sin quitarle la vista de encima.
Detrás de Valentín, estaba un hombre del hotel que se encargaba de dirigir el ascensor. Si Rafaela hubiese apartado sus ojos de los de Valento, se habría dado cuenta de que no era a ella a quien le hablaba.
―Por lo menos sabe usar la palabra mágica… ―susurró.
―¿Me hablaste? ―preguntó de forma despectiva. Ella no contestó y él le quitó los audífonos para que le prestara atención.
―¿Qué te pasa? ―exclamó molesta.
―Te pregunto si es que me hablaste.
―No, estaba cantando ―respondió con una falsa sonrisa.
―¿Usted no debería estar en la ronda de prensa? ―Esa mujer lo sacaba de quicio, y además no cumplía con los deberes editoriales.
No le contestó, volvió a ponerse los audífonos y el ascensor abrió sus puertas.
Por primera vez, Valento siguió los pasos de la mujer que se bajó un piso antes. La asió por uno de sus brazos que se agitaban aparentemente al ritmo de la música que escuchaba y con fuerza hizo que se volteara y que lo mirara.
―Te estoy hablando, niña.
―¿A quién…? ―preguntó ella mirándolo fijamente a los ojos.
―¡A ti!
―¿A quién le interesa? ―completó con otra desfachatada sonrisa, dio media vuelta y lo dejó ahí, parado en medio del pasillo mientras ella entraba a su habitación.
Una vez dentro, tiró con rabia sus zapatos, celular con audífonos incluidos y se deshizo de su vestido y ahogó un grito mientras empuñaba sus manos. Luego, con esa pequeña descarga de rabia, se sentó en el borde de la cama y subió sus piernas para aferrarse a ellas mientras sollozaba. No, ese no era su Valentín. Podría tener el físico, pero no era el hombre de quien ella se había enamorado. Nunca podría enamorarse de un hombre así, tan arrogante.
Rafaela, luego de una ducha se puso su camisa de dormir y se tendió con las manos abiertas sobre la cama para mirar el techo de su habitación, Pretendía encontrar allí alguna respuesta a la locura que estaba viviendo. ¿Era posible que alguna vez, antes de soñarlo, su subconsciente lo registró en algún programa de televisión y luego utilizó su aspecto para idealizar algo que no existía? Era muy probable, era lo más cuerdo que se le ocurría… Pero entonces, ¿de dónde había salido su historia?
Entre lágrimas silenciosas se rindió a los brazos de Morfeo y no supo nada más del mundo real, pero sí del ficticio.

Valentín la encontró llorando a la sombra de un árbol.
―¿Qué haces aquí? ―preguntó él.
―¡Qué te importa!
Alzó las cejas y se distanció unos pasos para no incomodarla.
―Veo que tienes un mal día.
―¿Me puedes decir qué haces allá afuera siendo ese imbécil?
―No sé de qué hablas…
―Te desapareces un año y cuando vuelves, lo haces en carne y hueso siendo un… ―Se levantó enfurecida y descontrolada, moviendo sus manos y haciendo reír con su actitud a Valentín―. ¡No es gracioso, Valentín! Ese no eres tú. O es un impostor o tú me estás jugando una mala broma.
―Prometí que te encontraría. Veo que ya me conociste. ―Se acercó con cautela, intentando ponerse serio.
―¡Ah! O sea sí eres tú.
Y Valentín comenzó a desaparecer y un ruido molesto se introdujo en aquel sueño para empezar a despertarla.
―¡Maldita sea, Valentín! ¡No te vayas ahora!

Abrió los ojos, y despertó más enojada de lo que se había dormido. Era de mañana. ¿Cuánto había dormido? Su celular estaba en el piso, no tenía un reloj a mano y lo primero que se le ocurrió fue encender la televisión. Mala idea.
―Tal como lo oyes, Pamela. Ayer nuestros periodistas encontraron a la nueva pareja del espectáculo discutiendo tras bambalinas. En las imágenes pueden observar cómo ella lo enfrenta. Algo debió ocurrir luego de que bajaron del escenario, porque durante la presentación, lo miraba con profundo amor.
―Sí, se ve que ella está muy enamorada… No se me hace difícil pensar que la discusión sea por celos. Sabemos de la fama de mujeriego de Valento Ruminó. Recordamos a nuestros televidentes que estamos en una trasmisión especial debido a la nueva conquista del exitoso escritor mexicano. Rafaela San Martín es chilena y una de las escritoras que fue presentada ayer por el hombre que se roba la atención de todas las mujeres del país. Y ya vemos que también ha plantado bandera en Chile.
A Rafaela la sangre comenzó a bullirle. ¡Eso era el colmo! Ni en sueños… Ni en sueños… Bueno, en sueños sí, pero la habían estafado. Valento jamás podría igualar a SU Valentín.
Pero la noticia no quedó allí. Los periodistas habían rescatado del basurero la nota, la bendita nota que parecía una declaración de amor.
―¿Escribieron algún libro juntos? ―preguntaba un panelista.
―No lo sabemos, pero por lo que podemos leer en lo que Rafaela le dedica a Valento, quiere que escriban su propia historia de amor. ¿Algo biográfico tal vez?… ¿Cuánto tiempo llevarán juntos? Puedo deducir que bastante, ya que, presten atención, en la nota lo llama por su nombre real. Valentín.
Esa gente estaba loca. ¿Escribir una historia con ese hombre? ¡Su historia de amor, ni muerta!
―Pero cómo se me ocurrió escribir esa estupidez… ―se reclamó mientras apoyaba su cabeza en sus manos. Con una fuerza desmedida se levantó, tomó una almohada y tirándola hacia la pantalla, gritó―: ¡Te odio, Valento Ruminó! ¡Te odio!
Si no hubiese sido tan impulsiva y más vergonzosa, se habría quedado encerrada en esa habitación hasta que le tocara volver a Chile, incluso hubiese tenido tiempo para haber encendido el teléfono y ver que Ciro, Carolina y sus amigas estaban intentando ubicarla para preguntarle qué tan cierto era todo eso que decía la prensa.
Pero no, su impulsividad era el motor de su vida y, así… Desgreñada, con dos líneas grises que enmarcaban sus mejillas, corroborando que por ahí habían pasado lágrimas, descalza y solo cubierta con una pequeña camisa de seda, salió de su habitación. Allí, en su puerta, había un periódico que como portada tenía la espantosa escena que había protagonizado el día anterior con el impostor. Así lo llamaría desde ahora.
Tomó el periódico con furia y se subió al ascensor. Cuando estuvo dentro del receptáculo rodeado de espejos, se dio cuenta de su aspecto. Sin embargo, no se detuvo. Pulsó el piso seis y fue a la única puerta que había. ¡Obvio! Su majestad no podía compartir un piso entero con otras personas. Bien, que la aguantara.
Golpeó una, dos, tres veces. Valento abrió justo para cuando el ascensor avisaba que alguien más subía al piso, pero no le prestó atención.
―¿Qué haces aquí? ―Se notaba recién levantado y por su calma, no había visto las noticias ni los periódicos.
―¡A mí no me uses para hacerte famoso! ―le gritó impregnándole en el pecho la prueba de lo que le reclamaba.
Valentín dio dos pasos hacia atrás mientras caía El México Informado, diario nacional. Rafaela avanzó dos más y cerró sin querer la puerta tras de sí, al mismo tiempo que se abrían las puertas del ascensor.
―¡Guau! Así que quieres escribir nuestra historia de amor… ―dijo con sorna mientras recogía el diario.
―Ni en sueños… A kilómetros de ti. ¿Qué es toda esta farsa? ¿Por qué estaban esos periodistas donde no deben estar? ―reclamó.
―Bienvenida a mi mundo. ―Valento abrió sus brazos y recién ahí ella se dio cuenta de que lo tenía ante ella prácticamente desnudo, si no fuera por el diminuto bóxer.
Se tapó los ojos y ordenó:
―¡Vístete!
―Bueno, cariño, ponte de acuerdo. Vienes a mi habitación a reclamarme una farsa… Hagámosla realidad. Me pillas de buen humor esta mañana. ―Se acercó para atraerla por la cintura, y Rafaela tambaleó, aunque siguió luchando.
―Sigue soñando… ―Se quitó las manos del rostro para que viera la seguridad en sus ojos.
―Soñar no cuesta nada, Rafaela… Y hacerlo realidad tampoco.
Al escucharlo, se paralizó. ¡Ay, no! ¿Quién le estaba hablando? ¿Valento o Valentín? Porque Valentín ya le había dicho esas palabras, claro que en otro contexto.
―Suéltame… ―rogó casi sin fuerzas.
―¿Segura? ―Valento había bajado la guardia, no estaba razonando. Verla allí con una pequeña telita envolviendo su cuerpo le arrebató la arrogancia y le despertó las hormonas. Se acercó para rozar sus labios y ella estuvo a punto de entregarse, pero…
―Servicio a la habitación ―dijeron del otro lado. Rafaela se recompuso y lo apartó.
―Te va a tocar desmentir esto… No me metas en tus jueguitos, Valento. ―dijo apuntándolo con un dedo y dando media vuelta. Abrió la puerta y se encontró con más de diez cámaras y micrófonos.
―Y encontramos a la pareja. ―Anunció una periodista mirando a una cámara.
―¡Acá no hay ning…! ―Una boca la hizo callar y los flashes comenzaron a iluminar todo.
Valento conocía cómo moverse con la prensa. Milagrosamente los periodistas habían creído que aquella pelea del día anterior se debía a un tema de faldas. No importaba, lo aprovecharían al máximo. Le convenía a él y a ella también le ayudaba. Fingir que eran pareja por un tiempo no le afectaba en absoluto. La consideraba una mujer inteligente, un poco impulsiva e insolente, pero podría con eso a cambio de los ingresos que se avecinaban.
Y fue por eso que se acercó raudo y tomó su boca por asalto para que Rafaela no estropeara lo que ya iba viento en popa. Besaba bien. Realmente lo hacía bien.
Rafaela no supo cómo el sabor de Valento comenzó a inundarla por completo. Le dio un beso suave que duró más de lo planificado y que si habían quedado dudas de alguna relación entre ellos, con aquel espectáculo que estaban dando lo confirmaban al mundo entero. Una vez que se apartaron, él habló.
―Bueno, chicos. Ya han visto lo suficiente… Ahora dejen a la pareja descansar… Tenemos una historia que escribir. ―Les guiñó el ojo, abrazó a Rafaela y cerró la puerta con una sonrisa digna de ángel… o Dios.



8 comentarios:

  1. Que bueno...... se va poniendo interesante. Y que buenos vídeos.Me gusta

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  2. Por Dios valeria, que emocionante capítulo, cada día Rafa me encanta con cada una de sus cosas, gracias por escribir para tus lectoras

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  3. Valgame el cielo Valeria. Seguro Valentin tiene un secreto verdad??? Cada capitulo esta lleno sorpresas
    Buenisima historia!!

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  4. DIOSSSS!!!!! INCREIBLE!!!!!!! Esta historia entre Rafaela y Valentín es imperdible.... Son sorprendentes las acciones y reacciones de cada uno.....
    Felicitaciones Vale!!!!!!!

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